Se conoce como “zona abisal” al área de los océanos que se
encuentra entre los 3,000 y 6,000 metros de profundidad. En esta zona, el
ambiente es considerablemente frío (nunca supera los 4°C), la presión hidrostática
es extremadamente elevada, existe una gran escasez de nutrientes y de oxigeno y
carece completamente de luz. Ante estas características, la idea de que algún
ser vivo pudiera desarrollarse parecía imposible.
Hoy en día, con el desarrollo de la tecnología, el hombre ha
podido asomarse a los fondos marinos y corroborar la presencia de una notable
variedad de peces, invertebrados, bacterias y otros organismos que habitan la
zona; todos ellos con características muy diferentes a los animales de la
superficie.
Esto, más allá de sugerir que nuestro planeta aún posee cientos
de rincones misteriosos e inexplorables, hace replantearnos la pregunta sobre la
existencia de vida en otros lugares. Tal vez, la pregunta no sea si existen
condiciones necesarias para el desarrollo de la vida, sino la existencia de
organismos que hayan podido adaptarse a condiciones particulares.
El Rape Abisal
Fotografía de National Geographic. David Wrobel, SeaPics |
Tal es el caso de una especie conocida como rape abisal, el
cual ronda los 2,000 metros de profundidad normalmente, aunque se le ha visto
nadando a profundidades heladas y extremas de 5,000 metros.
El rasgo más distintivo del rape, presente solo en las hembras, es una
protuberancia de la espina dorsal que sobresale sobre sus bocas a modo de caña
de pescar. De ahí su nombre en inglés, «anglerfish», que significa pez
pescador. En la punta de dicho apéndice hay una trampa luminosa que esta caña
incorporada usa como señuelo para atraer a las presas lo bastante cerca como
para atraparlas. Tienen una boca tan grande y un cuerpo tan maleable que pueden
tragarse presas que les doblan en tamaño.
Imagen del pez rape captado por primera vez en video Crédito: 2014 MBARI |
El macho, notablemente más pequeño que la hembra, no necesita ese tipo
de adaptación. En lugar de buscar constantemente una hembra en el vasto abismo,
ha evolucionado hasta convertirse en un compañero parásito permanente. Cuando
un rape macho joven y sin compromiso encuentra a una hembra, se acopla a ella
con sus afilados dientes. Con el tiempo, llega a fundirse con ella. Conecta con
su piel y flujo sanguíneo, e incluso pierde los ojos y todos los órganos
internos menos los testículos. Cada hembra puede llevar seis o más machos en su
cuerpo.
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