Erupción del volcán Shinmoedake, al suroeste de Japón enero 2011 |
Desde hace tiempo, los efectos de las erupciones
volcánicas sobre el clima han atraído la atención de los científicos. El asunto
fue abordado por primera vez por Benjamín Franklin, quien se dio cuenta
que en el año de 1783, el clima había sido inusualmente frío, tanto en Europa
como en una gran parte de Norte América. Las nevadas sucedieron mucho antes de
lo previsto y el invierno fue mucho más duro de lo habitual.
Esto se debía a la enorme
erupción en la fisura volcánica Laki, al sur de Islandia, la cual produjo unos
14 km cúbicos de basalto durante más de ocho meses de actividad. Además, este
evento produjo una nube de ceniza que provocó una densa niebla en toda Europa,
bloqueando el Sol, probablemente hasta el oeste de Siberia. Además de la
ceniza, la nube eruptiva consistía de una serie de gases que combinados con la atmósfera, causaron la destrucción de cultivos y la muerte de ganado.
¿Puede un volcán causar tales efectos?
Hay muchas razones por las
que las erupciones volcánicas tienen tales efectos sobre el clima global. En
primer lugar, las erupciones volcánicas producen grandes cantidades de dióxido
de carbono (CO2), un gas conocido por contribuir al efecto invernadero. Tales
gases de efecto invernadero atrapan el calor que irradia la Tierra, formando un
tipo de escudo alrededor del planeta. El efecto invernadero es esencial para
nuestra supervivencia, ya que mantiene la temperatura de nuestro planeta en un
rango habitable, pero existe una creciente preocupación de que una excesiva
producción de este tipo de gases pueda provocar un calentamiento excesivo en
una escala global.
Erupción del Monte Etna, Italia, Octubre 2002 |
A pesar de esto, las
cantidades de dióxido de carbono liberado en las erupciones volcánicas no se
comparan con las cantidades emitidas por el ser humano. Las erupciones
volcánicas producen alrededor de 110 millones de toneladas de CO2 cada año,
mientras que la actividad humana contribuye con casi 10,000 veces esa cantidad.
Además, los científicos
han detectado que las cantidades de dióxido de carbono liberado en las
erupciones volcánicas no son tan significativas para producir un calentamiento
global detectable. Sin embargo, los
impactos volcánicos más significativos provienen en realidad del
desprendimiento de partículas de ceniza y gases ricos en azufre hacia la
estratosfera y troposfera.
El verdadero problema
La ceniza, a pesar de que
se esparce rápidamente por la atmósfera, pudiendo bloquear la luz del Sol, cae
rápidamente - la mayor parte de ella desaparece en unos días o semanas - y
tiene poco impacto en el cambio climático. Pero los gases volcánicos como el
dióxido de azufre pueden causar un enfriamiento global.
Cuando el dióxido de
azufre emitido por un volcán se eleva hasta la estratosfera, se somete a reacciones
químicas que lo transforman en gotas diminutas de ácido sulfúrico, que constituyen lo que se
conoce como aerosoles volcánicos. Estos aerosoles, reflejan la luz solar de
regreso al espacio, en lugar de dejar que llegue a la superficie de la Tierra,
enfriando por ende la superficie del planeta y la capa inferior de la
atmósfera, o troposfera.
Historias verdaderas
Erupción del Monte Pinatubo, 15 de junio 1991 |
Durante el siglo pasado, varias
erupciones volcánicas han provocado un descenso de hasta medio grado (Fahrenheit) de la
temperatura promedio de la superficie de la Tierra en un periodo de uno a tres
años. La famosa y poderosa erupción del Monte Pinatubo, en Filipinas, el 15 de
junio de 1991, fue una de las erupciones más grandes del siglo XX, que lanzó
una nube de 20 millones de toneladas de dióxido de azufre. La nube del Pinatubo
fue la más grande nube de dióxido de carbono jamás observada en la estratósfera
desde el comienzo de las observaciones por satélite en 1978 y causó lo que se
cree la mayor perturbación de aerosol en la estratosfera en el siglo XX, aunque
probablemente menor que aquella provocada por la erupción del volcán Krakatoa
en 1883 y Tambora en 1815.
Cuando el volcán Krakatoa
hizo erupción, expulsó unos 20 kilómetros cúbicos de material en una columna
eruptiva de casi 40 kilómetros de altura. La oscuridad envolvió de inmediato
las islas vecinas de Java y Sumatra. Por la tarde del 28 de agosto, la bruma de
la erupción del Krakatoa había llegado a Sudáfrica y el 9 de septiembre había
dado la vuelta al mundo, sólo para hacerlo varias veces más antes de salir
completamente de la atmósfera terrestre.
La nube eruptiva del
Krakatoa se observó en todo el mundo, y pudo haber inspirado a numerosos artistas
y escritores. Los luminosos y vibrantes colores del cielo de Londres del pintor
William Ashcroft, o la intensa puesta de Sol en el cuadro “El grito” de Edvard
Munch, pueden ser el resultado del espectáculo visto a distancia.
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